sábado, 11 de diciembre de 2010


Una valla con 500.000 agujeros

La policía de Arizona, los obstáculos físicos y la vigilancia electrónica no logran frenar el tráfico de personas

GUILLERMO ALTARES (ENVIADO ESPECIAL) - Nogales - 
05/06/2010
El País de España

A los dos lados se extiende un terreno baldío interminable y mítico, el desierto de Sonora, que, como el Sáhara, cada año se traga a cientos de seres humanos, inmigrantes dispuestos a arriesgar la vida para cruzar. Menos el paisaje que es idéntico, la valla lo cambia todo: a un lado, México; al otro, Estados Unidos. A un lado, los que tratan de cruzar; al otro, todos los sistemas de vigilancia posibles que, aun así, resultan insuficientes. "Aquí hay actividad 24 horas al día, siete días a la semana", dice el sargento Mathews, uno de los alguaciles del sheriff del condado de Santa Cruz, en un sector de la frontera bastante alejado de la población más cercana.
Las mafias trafican con drogas, armas, dinero y también con seres humanos
"Esta ley nos impedirá perseguir a los criminales", dice el 'sheriff' Estrada
La valla no es uniforme en la frontera de 3.000 kilómetros que separa Estados Unidos y México. En algunos tramos tiene planchas de metal de varios metros de altura; en otros, es una alambrada que se salva de un salto. Cada año cruzan ilegalmente la frontera 500.000 personas, la mitad eligen hacerlo por Arizona.
Un polvoriento camino se extiende junto a la valla y es recorrido constantemente por la Border Patrol, la patrulla fronteriza, y por los agentes del sheriff que se dedican a frenar los tráficos ilegales que campan a sus anchas por este territorio. Por todas partes hay torres de observación, sensores de movimiento, focos...
Sin embargo, la llegada de sin papeles continúa (aunque es la más baja en 10 años), también la actividad de las mafias que trafican con drogas, armas, dinero y también con seres humanos. "Llevamos en este juego mucho tiempo", dice el sargento Mathews. "Cada año seguimos encontrando cuerpos [cerca de 300 en 2009], es una tragedia interminable", dice Tony Estrada, el sheriff del condado al que pertenece Nogales, el paso fronterizo más activo de Arizona, utilizado legalmente por 24 millones de personas al año.

Estrada, nacido en México aunque vino con dos años a EE UU, es el único sheriff de origen hispano del Estado y, junto al de Tucson, es también el único que se ha mostrado abiertamente en contra de la Ley SB 1070, que comenzará a aplicarse el 29 de julio y permitirá a las fuerzas de seguridad parar y pedir la documentación a cualquiera que pueda ser sospechoso de estar ilegalmente en el país. La ley, promovida por la gobernadora de Arizona, la republicana Jan Brewer, ha sido calificada de racista y ha provocado una enorme movilización en la comunidad hispana, sin precedentes desde el movimiento chicano de César Chávez de los sesenta.

"Es una legislación discriminatoria, basada en el perfil racial", asegura el sheriff Estrada. "No me importa cómo la disfracen o lo que digan, es una ley discriminatoria contra la población de origen mexicano. Y además no tenemos ni los medios ni el presupuesto para aplicarla. Esta ley es una auténtica pesadilla, que nos impedirá hacer nuestro verdadero trabajo: perseguir a los criminales. Es mala para la imagen del Estado, mala para la economía y, sobre todo, es mala porque no pretende perseguir a los auténticos criminales, a la gente que comete delitos, no faltas", asegura.

"¿Hay actividad?", pregunta el sargento Mathews a su colega de la Border Patrol, que acaba de bajarse de una torreta blindada que puede elevarse por encima de la valla fronteriza con un motor. "Hemos detectado a cuatro tratando de acercarse a la frontera, pero en cuanto se han dado cuenta de que les hemos visto han desaparecido", replica. Los posibles emigrantes fueron detectados desde bastante más lejos, desde un puesto de observación especial, instalado en una colina, que vigila con prismáticos muy potentes cualquier movimiento. El resto de las patrullas responde con secos "sin novedad", "demasiado calor", "demasiado pronto" a la misma pregunta.

En Nogales la frontera lo impregna todo. Es visible desde todas partes: unas colinas separan el Nogales estadounidense -unas pocas calles llenas de tiendas desperdigadas en la nada- del Nogales mexicano, una ciudad de verdad, que cuenta con 200.000 habitantes. La valla, porque allí es una valla real, es como una cicatriz gigante. En el lado mexicano, las casas crecen prácticamente apoyadas en ella. La frontera también está presente por los constantes cruces -los mexicanos del otro lado pueden cruzar con un permiso especial que les permite desplazarse sin visado hasta Tucson, unos 80 kilómetros al norte- pero sobre todo porque los agentes de la Border Patrol, en bicicleta o al volante de sus imponentes todoterrenos, están por todas partes. Incluso han instalado un control, en el que detienen a todos los coches, en la carretera que une Nogales y Tucson.

Todas las ciudades de frontera se parecen (como todos los alrededores de las estaciones de ferrocarril). Hay algo en el aire que las une, en el tipo de comercios, en el ambiente. Sin embargo, Nogales, del lado estadounidense por lo menos, resulta especialmente dura, y mucho más desde que flota en el aire la SB 1070, aprobada en abril y que, aunque no comience a aplicarse hasta el 29 de julio, ya ha lanzado un velo de temor y reducido mucho el movimiento.

Basta con pasar un rato hablando con unos y con otros junto al principal cruce fronterizo para que los parroquianos avisen de que dos autobuses que acaban de llegar al puesto de control son especiales. En ellos transportan a los emigrantes sin papeles que han sido capturados y que son llevados hasta la frontera (casi todos aceptan la deportación porque el plan B es quedarse en un centro de detención de EE UU a la espera de que se resuelvan sus recursos). Cada día se expulsa a 200. En cuestión de minutos, se les entregan sus escasas pertenencias y, con cara de circunstancias, son enviados al otro lado. Pero todos lo tienen claro, ellos y los agentes de frontera: los inmigrantes volverán a intentarlo.

Narcos y contrabandistas toman la frontera sur de México

Fuente: El País de España

México: Narcotráfico

EE UU tiene 30.000 agentes en la línea fronteriza con México, mientras que solo 125 policías mexicanos protegen los límites con Guatemala.- Los diplomáticos estadounidenses consideran "dramática" la situación en el territorio

PABLO ORDAZ - Madrid - 
11/12/2010

La frontera de México con Guatemala es un territorio salvaje donde narcotraficantes y contrabandistas de armas y personas campan por sus respetos, las avionetas cargadas con cocaína aterrizan a plena luz del día, la policía es ineficaz o corrupta y la población, abandonada secularmente por el Estado, ha decidido aceptar la protección de grupos criminales tan poderosos como Los Zetas. Una serie de cables muy minuciosos, elaborados sobre el terreno por diplomáticos de Estados Unidos destinados en México y Guatemala, constatan que ninguno de estos dos países "trabaja seriamente para que se cumpla la ley" y que, mientras los 3.000 kilómetros de frontera entre Estados Unidos y México son vigilados por 30.000 agentes norteamericanos (10 funcionarios por kilómetro), México solo cuenta con 125 agentes para los 1.000 kilómetros de la frontera sur (un policía cada ocho kilómetros). Hay una palabra que utilizan los diplomáticos estadounidenses para describir la situación de la "porosa" frontera: "Dramática".

    Pablo Ordaz: "La frontera entre México y Guatemala prácticamente no existe"

    VIDEO - - 11-12-2010

    El corresponsal de EL PAÍS en México analiza los cables sobre las actividades fronterizas en la zona -

    "Desafortunadamente", dice el primer despacho de EE UU analizado por este periódico, elaborado por la Embajada en Ciudad de México, "nuestra visita a los tres pasos fronterizos entre Guatemala y México reveló que actualmente ningún país trabaja seriamente para que se cumpla la ley (...). Los limitados recursos también socavan los esfuerzos: mientras hay 30.000 oficiales de EE UU en las 1.926 millas (3.099 kilómetros) de frontera Mex-USA, solo 125 oficiales de inmigración mexicanos controlan las 577 millas (928 kilómetros) de frontera con Guatemala. Los oficiales mexicanos confirmaron repetidas veces que ellos no tienen los recursos humanos para dirigir los esfuerzos de manera efectiva a lo largo de la frontera sur". Los otros tres cables analizados, confeccionados por la embajada de Guatemala, contienen tantos detalles de los informantes que este periódico ha decidido no hacer público su contenido completo. Los diplomáticos enviados a la frontera de México con Guatemala visitan tres de los puntos más calientes. Playa Grande, Cobán y San Marcos.
    "En Playa Grande, al oeste de la frontera de México", se explica en un telegrama, "las unidades del ejército de Guatemala no tenían los recursos suficientes para combatir a los narcotraficantes que utilizan la zona como un punto de tránsito". La visita se produce en octubre de 2009. Los enviados de EE UU apreciaron que "las comunidades locales alrededor de Playa Grande estaban siendo pagadas por los narcotraficantes e impedían el acceso a los policías y militares (...) Pequeñas aeronaves de uno o dos motores vuelan regularmente a Guatemala, principalmente desde Venezuela, llevando más de 1.200 kilos de cocaína. Los narcotraficantes aterrizan en pistas clandestinas y descargan en aproximadamente siete minutos. Camiones ya situados en la pista de aterrizaje transportan la droga directamente a México y a los EE UU. El ratio de éxito es casi del 100% cuando aterrizan de noche".

    A modo de gran reportaje, los cables de la embajada describen la visita de su personal a la base militar de Playa Grande, situada al noroeste de la ciudad de Guatemala: "Carece de los recursos más básicos". El comandante de la base les explica que solo dispone de dos camionetas pick-up y un camión, a todas luces insuficientes para patrullar la zona. "La cooperación con la policía y los fiscales es difícil ya que hay solamente cinco oficiales de policía y tres fiscales para cubrir toda el área". El militar guatemalteco pone de manifiesto su falta de confianza en las autoridades judiciales, y lo ilustra con un ejemplo: "El 2 de octubre, un presunto miembro de los Zetas [uno de los carteles mexicanos más sangrientos] que viajaba con documentos de identificación falsos fue detenido, llevado ante el juez..." y liberado tres días más tarde. Los Zetas, según los testimonios recogidos, habían llegado a la zona unos meses antes y ya disponían de varias zonas de entrenamientos. Su lujosa vida -joyas, coches y casas- estaba despertando peligrosamente el interés de los jóvenes guatemaltecos, pero no solo de ellos. El informe señala un extremo muy preocupante, de sobra conocido en determinadas zonas del norte de México: "Los narcos han invertido mucho en infraestructuras públicas, demostrando capacidad para traer mejoras a zonas remotas del país, suplantando al Estado. El comandante de la base señaló que la población local ha empezado a rechazar a policías y militares. Cree que los locales están pagados por los narcos para mantener la presencia del estado fuera de la zona".

    Controlar, "una hazaña casi imposible"
    La delegación norteamericana constató que patrullar con eficacia las zonas fronterizas "es una hazaña casi imposible". Un alto mando local les explicó que existen 43 pasos de frontera "no oficiales" donde grandes camiones cruzan fácilmente de Guatemala a México sin ser detectados. De los ocho pasos fronterizos sí oficiales, solo cuatro están controlados por oficiales de frontera. "La falta de recursos en Playa Grande", concluye el informe, "es alarmante".
    En la zona fronteriza de Cobán, analizada en otro cable, los oficiales norteamericanos no encuentran una situación mejor. "Lo que está ocurriendo allí es típico de muchas áreas rurales de Guatemala. Las fuentes nos dicen que la policía de Cobán es corrupta y está relacionada con los traficantes, y a veces incluso les proporcionan escolta. Algunos jueces y fiscales están demasiado asustados para hacer bien su trabajo. Otros están ligados a los traficantes. Aduciendo que la seguridad no es de su competencia, la mayoría hace la vista gorda a la violencia del narco en las calles de Cobán (...). Ya no es el lugar pacífico que era hace un año y medio...". La culpa, según el informe de los diplomáticos de EE UU, la tiene el cartel mexicano de Los Zetas, formado por ex militares, que ha desplazado a la zona a un centenar de sus sicarios. Según el informe, la presencia del cartel se debe a una invitación expresa de uno de los principales narcotraficantes locales, Walter Overdic Mejía, que pretendía asociarse con los mexicanos para ampliar el negocio.

    Pero el proyecto le salió mal. Los Zetas -en plena expansión en México, tras separarse del cartel del Golfo- decidieron trabajar por su cuenta y le disputó la plaza al tal Mejía: "Están comprando tierra para formar un corredor hacia la frontera de México. Se han reunido con los productores locales de palmera africana para decirles qué tierras pueden comprar y cuáles no". Incluso, fieles a su estilo, secuestraron a algunos productores para dejar claro su poder. Según los despachos enviados a Washington por la embajada de Guatemala, un buen puñado de sicarios mexicanos se habían establecido ya en dos barrios populares de Cobán, El Esfuerzo-1 y El Esfuerzo-2, muy cerca del aeropuerto. Las autoridades locales de inmigración le estaban ayudando a obtener pasaportes guatemaltecos. "También se cree que Los Zetas operan un campo de entrenamiento en la zona". Una fuente local informó a los enviados norteamericanos que "los Zetas usan libremente el aeropuerto, incluso en horas diurnas".

    Más de 70 pasos ilegales
    Otro de los cables analizados reconstruye una visita al departamento guatemalteco de San Marcos, fronterizo con el Estado mexicano de Chiapas. Lo que allí les cuenta el comandante de un pequeño destacamento naval situado roza el esperpento. "Declaró que él tenía dos pequeños barcos para patrullar 125 millas de costa, incluyendo cuatro desembocaduras de río a menudo utilizadas por los contrabandistas. Añadió que actualmente tenía 130 galones de gasolina y como mucho recibía 50 galones cada dos meses. Dijo que con sus recursos limitados su unidad solo podía patrullar una vez a la semana...".

    Otro contacto les confesó la existencia de "por lo menos 72 pasos de frontera ilegales para cruzar el río que separa San Marcos (Guatemala) de Chiapas (México)". Y que, para evitarlo, "solo disponía de dos vehículos y 70 hombres". El resto de su plantilla, unos 370 hombres, estaban desplegados en la zona montañosa del interior para, entre otros asuntos, intentar erradicar las plantaciones de amapola. Lo más chistoso sucedió cuando la delegación norteamericana visitó uno de los puntos ilegales de paso: "Varias balsas estaban llevando inmigrantes a México y trayendo mercancías de contrabando a la vuelta a Guatemala. Los contrabandistas no parecían preocupados por la presencia de los militares de Guatemala. Varios ofrecieron llevar a la delegación al otro lado del río por un dólar por persona...".